TORONTO, LA HISTORIA DEL PRIMER TRIUNFO QUE SALVÓ LA CARRERA DE ADRIÁN

1996: la primera victoria

Tras una traición, Adrián Fernández llegó al equipo Tasman, los resultados no se daban como esperaba, pero finalmente vio la luz en Canadá

Adrián tuvo su primera temporada en IndyCar con Galles en 1993, pero sólo fueron cinco competencias como coequipero de Danny Sullivan y Al Unser Jr., quienes abandonaron la escudería al año siguiente y lo dejaron como piloto único en ’94 y ’95.  

Aunque tenía contrato por un año más con Galles, Adrián, quien firmaba directamente a sus patrocinadores, principalmente Tecate, Quaker State y Firestone, vio la manera de salir de ese acuerdo basado en los pobres resultados a los que aspiraba con ese equipo. Lo mejor había sido un tercer lugar en las 500 de Michigan en 1995.  

«En un principio, Galles fue la única oportunidad de entrar a IndyCar, pero el equipo ya no fue lo mismo que cuando fui coequipero de Danny. El equipo ya iba de bajada, vi que no era el lugar adecuado para mí. Tenía contrato por un año más con Galles, pero vi la manera de salir y ahí fue donde Barry Green, quien trabajó con Rick Galles y se fue a hacer su propio equipo, me echó el ojo».  

Aquí es donde la historia no cuadra, ¿Cómo es que si Adrián se salió del contrato para integrarse al Team Green, equipo que había tenido a Jacques Villeneuve y había ganado el campeonato y las 500 Millas de Indianapolis, pero eso nunca pasó?  

Pues, esa fue una de tantas piedras que tuvo que sortear el piloto mexicano para sobresalir en el serial de autos fórmula más competitivo del mundo en esa época.  

Momento del accidente mortal del piloto Jeff Krosnoff.

EL CAMINO PAVIMENTADO CON PROBLEMAS

Adrián tuvo su primera temporada en IndyCar con Galles en 1993, pero sólo fueron cinco competencias como coequipero de Danny Sullivan y Al Unser Jr., quienes abandonaron la escudería al año siguiente y lo dejaron como piloto único en ’94 y ’95.

Aunque tenía contrato por un año más, Adrián, quien firmaba directamente a sus patrocinadores principalmente Tecate, Quaker State y Firestone, vio la manera de salir de ese acuerdo basado en los pobres resultados a los que aspiraba con ese equipo. Lo mejor había sido un tercer lugar en las 500 de Michigan en 1995.

«En un principio, Galles fue la única oportunidad de entrar a IndyCar, pero el equipo ya no fue lo mismo que cuando fui coequipero de Danny. El equipo ya iba de bajada, vi que no era el lugar adecuado para mí. Tenía un contrato un año más con Galles, pero vi la manera de salir y ahí fue donde, Barry Green, quien trabajó con Rick Galles y se fue a hacer su propio equipo, me echó el ojo».

Aquí es donde la historia no cuadra, ¿Cómo es que si Adrián se salió del contrato para integrarse al Team Green, equipo que había tenido a Jacques Villeneuve y había ganado el campeonato y las 500 Millas de Indianapolis, pero eso nunca pasó?

Pues, esa fue una de tantas piedras que tuvo que sortear el piloto mexicano para sobresalir en el serial de autos fórmula más competitivo del mundo en esa época.

LA TRAICIÓN DE BARRY GREEN

Resulta que Barry Green le jugó sucio a Adrián Fernández. Desde mediados de 1995, antes de que se supiera si Villeneuve emigraría a la Fórmula 1, el australiano dueño de equipo mantuvo tratos con el mexicano y llegaron a la redacción de contratos.  

Fernández había convencido a sus patrocinadores del cambio de equipo y se había fijado la fecha para la firma del contrato en Monterrey, casa de su principal auspiciante Tecate, con la presencia del CEO de la empresa José Antonio ‘Diablo’ Fernández.  

«Mi intención para 1996 nunca fue irme a Tasman, mi intención, y prácticamente estaba todo negociado, era irme con Barry Green, con su equipo donde estaba Villeneuve. Fueron dos o tres meses de negociaciones, contrato negociado, acordado con los patrocinadores, montos con Barry Green, ya negociado todo, habíamos quedado de firmarlo todo en octubre o noviembre», narró Adrián.  

Pero unos días antes del evento, Adrián Fernández vio que en su teléfono celular había un mensaje de voz. Era de Barry Green.  

«Estaba haciendo una presentación para Amway. Recuerdo que días antes mi abogado Alan Miller había escuchado rumores que Barry Green estaba negociando a mis espaldas con Brahma de Raúl Boesel. Hasta me molesté con Alan cuando me lo mencionó. No lo creía.  

«Teníamos los vuelos para ir a Monterrey, faltaban tres o cuatro días para la firma. Todo acordado, el contrato limpio para poner la firma. Sería imposible que este ca… fuera un hijo de… y sí. No tuvo ni los pantalones de decírmelo a la cara. Me enteré en un mensaje en mi teléfono. Este cab… , porque sí se merece llamarle cab…, me utilizó para negociar con Brahma de una forma muy mezquina».  

De pronto, estaba casi en noviembre y no tenía equipo, nada. Y sus patrocinadores, como él, engañados por un ambicioso que los usó para sacarle más dinero al brasileño Boesel y la cerveza Brahma que lo apoyaba.  

TASMAN ENTRÓ AL RESCATE

«Entramos en un momento de pánico. Nunca había visto y nunca supe de alguien que hiciera algo así, pero tenía que hacer algo. ‘El Diablo’ es muy amigo de Roger Penske y le habló. Roger nos ayudó a buscar opciones. La única era con Steve Horner, del equipo Tasman, quien no planeaba ir con dos autos, sólo tenía a André Ribeiro. Pero lo convencimos y Steve montó un equipo para mí, gracias a él y de último momento, para la temporada 1996».  

La providencial ayuda de Penske, la disposición de Horne y la paciencia de sus patrocinadores lograron el milagro.  

En su momento, nadie supo esta historia en México. Se vino la presentación del equipo, pero en realidad se armó casi al vapor. La organización de Horner era muy joven, sólo llevaba desde 1993 en Indy Lights.  

Se actuó contrarreloj, pero encontraron elementos muy valiosos entre ellos Diane Holl, la primera ingeniera en IndyCar-CART y seguramente en cualquier categoría mayor.  

«De haber tenido posibilidades de ser coequipero de Jacques Villeneuve o ser piloto único del equipo campeón pasé a remar contra contracorriente, convencer a los patrocinadores. Yo no había pensado en Tasman como posibilidad, era su segundo año en IndyCar, sonaba como un problema, pero Steve Horne es un hombre extremadamente inteligente, muy ‘racing’, me pudo poner un equipo y no habría sido posible en ningún otro lado», recordó Adrián con cariño.  

«Ahí lo tengo en uno de los lugares más especiales, en una de las cabinas rojas del lado izquierdo, ahí tengo el osito, ese oso es de los triunfos más significativos porque es el primer triunfo como siempre digo, ese primer triunfo es el más importante»

¿CÓMO FUE LA CARRERA DE TORONTO?

El 14 de julio, Adrián Fernández festeja cada año el inicio de su ‘revolución’ en la IndyCar, porque en 1996, en Toronto, el mexicano dio el «grito» que lo propulsó definitivamente en el automovilismo internacional.  

El mismo día que se festeja la Toma de la Bastilla, la coincidencia hizo que fuera el parteaguas de Adrián Fernández, donde se mezclaron la felicidad y la tragedia. La vida y la muerte.  

«Pasó lo de Green y nunca lo dije, y tampoco puse pretextos de mis resultados, pero estaba empezando a sentir la presión. Dos años y medio y sólo un podio y yo le tiraba a lo grande, era lo que les estaba a vendiendo a mis patrocinadores.  

«Así que ese triunfo vino en un gran momento porque me dio una vida nueva, un oxígeno nuevo. Lo necesitaba con los patrocinadores, después de las negociaciones tan difíciles y convencerlos de que el lugar era Green y luego la trastada que se vino. Por eso, ganar con Tasman fue lo mejor».  

Pero empecemos por la largada. La pole position la tenía André Ribeiro, su compañero de equipo, el mismo que ya había ganado en Río de Janeiro y con quien no había una gran relación.  

«André Ribeiro, buena persona (qepd), pero nunca fue de mis cuates favoritos. Nunca tuve una relación con él. Era muy político, extremadamente, siempre viendo por sus propios intereses, tratando de tomar ventaja con Steve y en cierta manera era lógico, él ya estaba en el equipo y yo llegué de repente. Pero por contrato debíamos tener el mismo equipo en todo», describió Adrián al piloto que murió el 22 de mayo 2021.  

En segundo lugar de la parrilla estaba el temible novato de Chip Ganassi, Alex Zanardi, y en tercero calificó Adrián Fernández, por mucho su mejor sitio, luego del descorazonador accidente que lo dejó fuera de US 500 en Michigan, donde había clasificado segundo. Otra carrera que terminó en desilusión ese año.  

Era ya la undécima de 16 fechas del año y no caía ni podio ni triunfo. Su futuro estaba en aire, así que no podía desperdiciar una oportunidad como la que se presentaba en Toronto.  

«Me acuerdo que desde que bajamos el coche a esa pista anduve muy fuerte, muy competitivo. André siempre andaba un poco adelante de mí, conocía más al equipo», explicó.  

En la arrancada, lanzada como es siempre en Indy-CART, Ribeiro perdió la punta de la carrera con Zanardi luego de las primeras curvas y el italiano empezó a despegarse, con André y Adrián como perseguidores, que a su vez sentían la presión del otro novato sensación, el canadiense Greg Moore.  

Cada vuelta al circuito callejero del Exhibition Place de Toronto se convirtió en una emoción, con autos que se trompeaban y quedaban atravesados, como el de Parker Johnstone.  

En el giro 31 al trazado de 2.874 metros, los autos de Tasman estuvieron a punto de chocar. Al sortear y lapear a los rezagados Juan Manuel Fangio II y Stefan Johansson, Ribeiro perdió velocidad y Adrián tomó la línea interior, pero el brasileño le cerró la puerta imprudentemente. Fernández bloqueó las cuatro llantas y evitó el choque, pero no el contacto que se dio muy sutilmente entre coequiperos.  

Dos vueltas después, el destino le cobró a Ribeiro la mala jugada, cuando entraron juntos a pits los dos Tasman para repostar combustible y cambiar neumáticos.  

La parada de Adrián fue de rutina, pero la de André se prolongó angustiosos segundos, más de 45, porque falló la manguera de combustible metanol que usaban esos monoplazas. Ahí quedó fuera de la pelea.  

Zanardi ya había parado y Moore tomó la punta momentáneamente porque él no lo había hecho. Una vez que todos pasaron por fosos el orden de carrera era: Alessandro Zanardi, Bobby Rahal (quien tuvo una gran parada), Fernández, Paul Tracy, Moore y Michael Andretti.  

El italiano de Ganassi se mantuvo de puntero hasta que entró a pits en el giro 61. Problemas con un neumático y también con la carga de metanol perjudicaron a Zanardi, pero salió aún en el grupo de los líderes.  

Adrián Fernández estuvo en la pista más que el resto de los autos que iban en la misma secuencia. Su ‘stint’ se alargó gracias a su gestión de combustible y llantas que le permitió aguantar hasta la vuelta 66. Salió por delante de Rahal.  

«Desde ahí empiezo a entender el ahorro de gasolina, hago la parada más tarde. Eso con el paso de las carreras lo fui perfeccionando, al grado que nadie lo hacía mejor que yo en CART», relató Adrián sobre cómo surgió su gran habilidad para ahorrar combustible y llantas sin perder velocidad, algo que Fernández explica a detalle en otra entrega de estas historias en su sitio oficial.  

Para la vuelta 67, Adrián ya era el líder con Rahal y Zanardi detrás, hasta que Alex adelantó a Bobby y se fue con todo tras el mexicano.  

Fernández parecía la víctima propicia para Zanardi. Pocos le daban oportunidad frente al europeo que venía de ganar en Portland y ser segundo en Cleveland.  

Lo más cerca que estuvo Zanardi fue 1.5 segundos hasta que aparecieron banderas amarillas en la pista por el abandono, en la curva ocho, de Andretti.  

En la rearrancada, en la vuelta 85, Adrián fue mejor. Zanardi estaba más preocupado por contener a Rahal que en ir por Fernández.  

«Esa carrera no había quien me ganara. Y me sentí muy bien porque estaba peleando con los de adelante, por primera vez sentí un coche que estaba a mi estilo de manejo y cuando salí adelante de Rahal me pude despegar de los demás y eso me ayudó a darme confianza y terminar adelante hasta que vino el accidente de Krosnoff», narró Adrián Fernández.  

La tragedia vino en la vuelta 92, cuando antes de la curva 3, esa que se forma al final de Lakeshore Boulevard, el auto del piloto de Arciero-Wells, Jeff Krosnoff tocó con la llanta delantera izquierda, la trasera derecha del monoplaza de Stefan Johansson. Se «enllantaron» como se dice en el argot del deporte motor.  

El auto de Krosnoff voló con la punta hacia el cielo y se estrelló contra la barrera de contención del lado derecho. Ahí había un puesto de oficiales de pista y bandereros voluntarios. Gary Avrin fue golpeado por la llanta trasera derecha del coche de Krosnoff y luego el auto se hizo pedazos en los aires contra un poste. Tanto Avrin como Krosnoff fallecieron por el percance, se supo después de la carrera.  

Jeff quedó unos 40 metros adelante, atado con el cinturón de seguridad en lo que quedaba del cockpit del coche con las piernas de fuera.  

También la oficial Barbara Johnstone fue golpeada por pedazos del choque.  

Banderas amarillas. Los equipos médicos y de emergencia llegaron en segundos. Los autos en competencia dieron un paso lento por el lugar, pero no podían ver qué pasaba. Demasiada gente.  

Se dio por culminada la carrera. Bandera roja y luego bandera a cuadros. Detuvieron a los autos entre las curvas 1 y 2, lejos del accidente.  

«Pasamos, había mucha gente encima de Jeff, pasamos una vez, sabíamos que era un accidente fuerte, pero no sabíamos de la gravedad», recordó.  

«Siempre esperas que van a estar bien, porque hemos visto muchos accidentes, siempre esperas que tu compañero esté bien. Recuerdo que por el radio pedí información de Jeff y me dijeron que no sabían de su estado, que estaban trabajando ahí, pero tampoco me decían que era algo grave y tampoco, cuando llegué a los pits, nos dijeron nada, ni los oficiales nos dijeron nada, si no los mismos oficiales hubieran hecho algo. Me acuerdo perfecto que me enteré en el hospitality después del podio, no me acuerdo quién me dijo y ahí es donde me entero de la muerte de Jeff. Obviamente murió en el instante, murió ahí, pero no nos dijeron a los demás. No lo anunciaron hasta después de la celebración, es más, se tardaron».  

Una vez parados los autos Adrián tarda en bajar y lo van a felicitar efusivamente Paul Tracy, Greg Moore, Alex Zanardi, Bobby Rahal. Dilatan en ir por ellos en carritos de servicio de los equipos que enganchan los autos. Adrián sale del coche y cojea, no puede andar.  

«El asiento estaba muy mal y la pierna izquierda la tenía casi dormida, tenía un calambre que te mueres. Me acuerdo que cuando me bajo del coche en la recta de atrás que nos pararon, no puedo ni caminar», detalló Adrián.  

Mucho se dice que fue irrespetuoso el festejo en el podio ese día, pero ahí nadie sabía la gravedad de lo que había pasado a Krosnoff y Avrin. Más de una hora después de terminada la carrera se informó que habían fallecido.  

«Vino el podio, y tan no sabía yo, que tampoco sabían ni Rahal ni Zanardi pues, porque todos celebramos de la misma forma. Si hubiera sido algo mal hecho por mí, los otros me habrían detenido en el festejo».  

En ese momento, sin saber de las tragedias, Adrián se abrazaba a su padre del mismo nombre, a su hermana Maritere, quien lo acompañaba por primera vez a una carrera. También estaban sus amigos y parte del equipo de patrocinadores: Jorge Lozano, Arturo Romero, Salvador Chávez, así como su publirrelacionista Antonio Garibay, hoy conocido como el papá de Checo Pérez.  

«Fue un shock y fue muy triste porque es tu primer triunfo, lo significativo que fue para mí a nivel carrera profesional, fue mi despegue, demostrar que soy un ganador, que me había tomado prácticamente tres años. Entonces, para mí ese triunfo también fue trágico por la muerte de Jeff Krosnoff y del banderero».  

La presión se liberó para Adrián Fernández, quien gracias a ese triunfo pudo aguantar el terrible 1997 que se le avecinaba, cuando el chasis Lola fue un desastre.  

«Ese triunfo me dio un respiro tremendo. Para mí, haber terminado con un triunfo ese año me salvó la vida, me compró un pase para poder renegociar para el 1998, 1999 y 2000, cuando me fui con Patrick Racing, porque acuérdate que el 1997 con Tasman fue una tragedia total, entonces imagínate».  

Una victoria que le dio vida a la carrera de Adrián Fernández cuando más la necesitaba y que paradójicamente significó la muerte de dos personas.  

Hay un objeto que le recuerda ese punto de quiebre: es el trofeo en forma de oso de Toronto, el cual está en su museo personal en Miami.  

«Ahí lo tengo en uno de los lugares más especiales, en una de las cabinas rojas del lado izquierdo, ahí tengo el osito, ese oso es de los triunfos más significativos porque es el primer triunfo como siempre digo, ese primer triunfo es el más importante».  

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